martes, 15 de septiembre de 2015

Sobre padres e hijos

Sobre niños... hoy toca hablar sobre niños.
No tengo hijos... y empiezo a dudar que llegue a tenerlos, aunque si termino teniéndolos quizás acabe mandando este post al limbo de los post... es decir, el lugar a donde mandas lo que escribes cuando te retractas de lo que opinabas. Pero como hoy por hoy no tengo la suerte o desgracia de pensar en un infante que no sea yo, (que casi lo soy), lo único que puedo es comentar lo que veo... es decir... los toros desde la barrera.
En mi cuaderno de campo... ese donde anoto lo que la vida me enseña, apunté sobre esos personajillos, que los hay de todas las clases, mejores y peores, valientes y cobardes, obedientes e irrespetuosos; pero todos ellos, a diferencia de lo que piensan sus padres, según van creciendo... cada día... en algún momento, los prueban, y acaban, si estos no andan listos, comiéndoles el terreno... poco a poco y sin levantar sospechas.
Es cierto que no tengo hijos, y no puedo llegar a saber lo que es querer como un padre, pero sí como un tío… y sé querer como un tío; tengo varios sobrinos, y no dudaría en anteponer mi vida a la de cualquiera de ellos. ¿Se puede querer más que eso?
Cada día me siento afortunado, aunque sólo sea mínimamente en formar parte de su educación, pero no es menos cierto que hay momentos en que es una sensación reconfortante el hecho de que la gran responsabilidad de conducirles por la vida sea de sus progenitores, a los que en dichas ocasiones compadezco por verse obligados a una tarea tan sumamente agotadora y sin posibilidad de treguas en su ejecución.
Dicen que a ejercer de padre se aprende cuando la necesidad lo requiere, pero yo sin embargo dudo de que en ese forzado aprendizaje llegase a ser un alumno aventajado. En primer lugar porque en esta vida hay cosas que la sociedad prohíbe y que yo permitiría, y muchas por contra que no están vetadas y que jamás tendrían mi aprobación.
Le enseñaría que los hombres no son más hombres cuando se hacen grandes amparándose en la hipocresía y la mentira… le educaría de modo que la verdad fuese su credo, a pesar de los problemas que ello acarrea,  que Dios es justo pero no omnipotente, y que no tiene más ministros en la tierra que la propia conciencia de cada cual.
Le mostraría el sendero de la igualdad y la justicia, y lo animaría a que disfrutara de todo aquello que le causara disfrute, y desde muy niño le enseñaría lo que su padre no aprendió a tiempo, que jamás hay que tenerle miedo a la vida... que durmiera poco y que viviera mucho y muy intenso.
Decididamente no... no sería demasiado buen padre.


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