domingo, 20 de septiembre de 2015

La virgen del acantilado

He de reconocer que mi fe, aunque hoy es nula, una vez también alumbró mi espíritu.
De todo aquello ya no queda otra cosa que la profunda admiración y simpatía hacia aquellos que aún la conservan, sin que este hecho se deba a intereses o cobardía.
Cuando es así, cuando es interés o cobardía lo que invita a aferrarse a la fe… los que lo hacen bajo esos preceptos, en mi despiertan sentimientos muy distintos. Los segundos, los que no son capaces de enfrentar la vida sin un dios que los ampare, una figura en manos de la que poder dejar su albedrío si alguna circunstancia les supera, me dan algo de pena, pero sé comprenderlos, en la vida todos somos cobardes en algún momento.
Sin embargo desprecio profundamente ese primer grupo, aquellos que se afilian a la fe para conseguir parabienes, posición, o cualquier interés material que el nombre de ese ser supremo que predican pueda proporcionarles, tales como quienes se introducen en grupos católicos extremos para medrar, o incluso casos muy particulares en el sector eclesiástico que no buscan otra cosa que vivir desahogados y sin dar palo al agua.
Dentro de ese grupo he conocido a algunos a lo largo de mi vida. Verdaderos infames que no miran otra cosa que su ombligo, sin querer entender su egoísmo, y con la despreocupación total hacia un prójimo al que pueda afectar sus acciones o su ejemplo. Luego… por muy grave que fuera el pecado, un par de golpes de pecho y una leve penitencia de un cura acomodado, les hace recobrar la vida eterna… esa en la que no creen y que hicieron a su medida.
Pero hoy no quiero hablar de ese miserable grupo, a los que no me place identificar como verdaderos cristianos, y que, entre otras cosas, también han perjudicado mi fe.
Hoy quisiera reconocer, a pesar que mi ateísmo, como antes he declarado, está en un punto casi irreversible, que a veces hay pequeños actos religiosos que consiguen conmoverme.
Esas historias que surgen de repente… y que día a día, con humildad, y sin que intervenga el caciquismo eclesiástico, suceden… naciendo en los corazones de los más humildes, de aquellos a los que de verdad y sin intereses, la fe ilumina sus vidas.
Esos pequeños actos a los que me refiero tienen la peculiaridad de nacer en un corazón y hermanar a muchos otros en derredor de una causa… y eso es la magia… el único hilo que todavía podría sostener mi fe.
Ya he hablado alguna vez de esta virgencita en alguno de mis escritos. Forma parte casi de una leyenda, pero yo fui testigo de la parte real de esta.
Sucedió en la Cala del Moral, un pueblecito malagueño.
Hace años, cuando no existía el magnífico paseo marítimo que ahora hay construido, y era un paisaje mucho más agreste, en uno de mis paseos por los acantilados que hacen de límite con El Rincón de la Victoria, observé en una oquedad natural de una roca, la figura de una virgencita que alguien había depositado allí. A esta le rodeaban pintadas de todo tipo, muchas de ellas de dudoso gusto, (el ser humano tiene la extraña necesidad de atentar contra todo aquello que tiene un atisbo de hermosura, no iban a ser menos aquellos acantilados).
La primera vez que la vi, como digo, me conmovió. Estaba allí, sola y desprotegida, y no pude evitar el pensar que no duraría mucho en aquella ubicación.
Pasaron unos días de aquel encuentro con la figurilla, y buscando el frescor del anochecer en el caluroso verano, decidí volver a pasear por aquel lugar.
Ni siquiera pensé en la figura de la virgencita, hasta que me estaba acercando al lugar donde la encontré la vez anterior, al recordarla no esperaba otra cosa que el hueco vacío, o peor aún, ocupado por los pedazos de la imagen destrozada.
Fue una agradable sorpresa cuando me acerqué al lugar, y comprobé que no solamente aquella virgencita sobrevivía, sino que alguien se había tomado la molestia de recortar el fondo de una botella de plástico, y utilizándolo a modo de improvisado florero obsequió a aquella virgen superviviente, un par de flores silvestres. Contento y conmovido porque alguien tuviera esa iniciativa, continué mi paseo.
Casi una semana después volví a caminar por allí. He de reconocer que ahora si iba sin otro motivo que preocuparme por el estado de aquella virgen, e iba, tal como en mi última visita, preparado para lo peor.
Una vez más fui agradablemente sorprendido, dos docenas de flores y velas de todos los colores, que curiosamente, algunas permanecían encendidas a pesar del lugar y la brisa, escoltaban a aquella virgencita. Todos los acantilados de los alrededores estaban limpios de pintadas, y dos mujeres oraban delante de ella.
Me emocionó la iniciativa de los más humildes de aquel pueblo de pescadores que protegían y exaltaban a su virgen… porque ya la habían hecho suya.
Poco después oí comentarios de que se acondicionó la oquedad donde estaba alojada, y se protegió convenientemente de las inclemencias del tiempo.
Hoy, tras muchos años, vuelvo de vez en cuando por allí. Ahora su morada es una capillita en toda regla, con devotos que a todas horas la acompañan.
Cuando paso por delante de ella, cuando los demás se santiguan, yo no puedo evitar susurrarle muy bajito: -sigue ahí… mientras estés ahí no todo estará perdido

ondaelfos dijo
Hola José Luis. Espero puedas escuchar hoy el programa. Espero estar a la altura de este mágnifico texto. Me ha encantado y hoy he podido a leerlo, conocerte un poquito mejor. Gran persona. gracias por compartir pensamientos tan bonitos con nosotros.
Besitos.http://lacomunidad.elpais.com/trunk/images/wysiwyg/emoticon_9.gif
Independientemente de la religión, la fé está en el corazón humano o en su éspíritu.
La fé puede hacer mucho bien siempre que no sea una fé ciega, esta última destruye todo lo que toca.
Muy bonito tu relato, ojalá hubiesen muchas manos que nos protegieran de la realidad que estamos viviendo, tal vez nosotros seamos ahora esa virgencita.
Un abrazo José Luís.
dezabaleta dijo
La fe permite mantener una ilusión, y es esa fe la que se preocupa por conservar esos lugares de meditación...
Saludos
Mark de Zabaleta
Gracias ondaelfos.
Me ha hecho mucha ilusión que me leyeras, aunque no haya podido escucharlo, (estaba trabajando), bueno, si hay alguna manera de oirlo, por favor no dejes de decírmelo, y si puedo ayudarte en algo no dejes de decírmelo.
Besos.
Esa virgencita Aurora, como bien dices, sois vosotros... son todas las personas que hacen de esta tierra un lugar mejor, y que no piensan más que en ellos escudados en un dios.
Un beso.
Hola amigo Mark. Para mí la fe es una palabra bastante etérea en general, pero ciertos momentos y lugares hay hombres y mujeres muy capaces de darle sentido.
Abrazos amigos.
popochan dijo
Ya te has cascado otro excelente artículo,
como ya nos tienes acostumbrados!
.
Querido amigo:
yo no veo contradicción alguna en ser ateo
y arrodillarte delante de semejante belleza.
El ser humano es religioso por naturaleza.Si superamos
todas la mentiras que nos enseñaron en el colegio y en
la iglesia, reencontraremos en lo más hondo de nuestro ser
la verdadera conexión con el Ser .
Te agradezco tu sinceridad. Abrazos desde Asia. Pop.
Popo, amigo que alegría saber de ti.
Como va todo por esos lejanos países... seguro que mejor que por aquí.
Si ya ves... yo con mis cositas de siempre, viniendo por estos lares en cuanto tengo un ratito.
Pero siempre me alegra saber de vosotros.
Un fuerte abrazo.
juande dijo


Hola, José Luis, buenas tardes.
Una vez escribí:


A veces las casualidades, son demasiado grandes para ser casualidades.


Me encontraba ahora leyendo (mejor dicho releyendo) un libro de Arthur C Clarke: «La Ciudad y las estrellas», cuando me ha dado por mirar el correo y he visto que poco antes, alguien me ha añadido como amigo en La Comunidad.
He continuado un rato leyendo para llegar a un punto donde dejarla sin romper el hilo que llevaba, y después me he desviado para conocer a quien me añadía…
El nombre no me decía nada. Miro este último post… Y me he quedado mirando la foto.
―¡Si es La Cala! ―me he dicho, exclamando casi en voz alta.
¡Cuántas veces he paseado por la playa entre La Cala y El Rincón…! ¡Cuántos recuerdos me trae, y cuántas ganas tengo de volver por allí! Y eso que solo estuve tres meses… Pero aquel lugar es mágico. Tres meses son como más de tres años.
Desde entonces (14 meses después) estoy en Málaga, y echo de menos La Cala y el Rincón.
Pero, como soy muy curioso… me he puesto a averiguar algo más, pues me ha parecido demasiada casualidad. Y, veo, que también coincidimos en que los dos somos escritores.

Aún no te conozco, pero celebro haberte visto.
Gracias. En este mar tan inmenso y algo deshumanizado, alegra ver a alguien del mismo barco.


º . . º 
V

Saludos!! 

......Juande , escritor, autor de: 
El Orfanato que robaron a los niños


…………………………………………………… Marzo de 2012. 
Bueno... pues a mí también me alegra conocerte. Lo cierto es que escribo muy poquito, pero llevo muchos años pasándome por esta comunidad y haciendo amigos. Me alegra que te guste esto de darle a la letra. La verdad es que no he podido leerte mucho, pero en cuanto tenga un rato seguro que lo haré.
respecto a La Cala del Moral, es cierto que enamora. Yo la conozco desde hace muchos años cuando no era ni parecido a lo que es. Ahora voy menos, pero mis padres siempre veranearon allí, y tengo muy buenos recuerdos de mi infancia y juventud.
Saludos cordiales, y me alegra haberte conocido.




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