lunes, 28 de septiembre de 2015

Miguel

Hace ya muchos años conocí a Miguel. Le recuerdo nervioso, en el Aeropuerto de las Palmas de Gran Canaria, esperando a una hija que el destino había arrancado de su lado, y que tan sólo podía ver una vez al año, cuando ésta tomaba vacaciones.
Nos recibió, a ella emocionado, y al resto de nosotros con toda la cordialidad, afecto y corrección que se puede ofrecer a quienes se acaba de conocer.
Estábamos con nuestra amiga de vacaciones en aquella isla, su tierra. Visitamos lugares maravillosos, y a muchos de ellos nos llevó Miguel en su automóvil.
Nos enseñaba aquellos lugares recreándose en sus explicaciones… satisfecho ; como si guardase una anécdota grata de cada uno de los sitios que nos mostraba. Creo que nunca conocí a nadie tan orgulloso de sus orígenes. Aquella maravillosa isla le llenaba de vida, y le endulzaba el carácter. En aquellos pocos días consiguió meterme su tierra en el corazón, como si de un hechizo se tratase, y desde entonces, cada vez que oigo hablar de aquella tierra se me alegra un poco el alma y veo la cara exultante de Miguel.
Lentamente fui conociéndolo un poco más, y entendí cuanto de grande tenía aquel hombre.
Porque yo, como muchos otros que tenemos la capacidad y la sensibilidad suficientes para desnudar el alma de las personas, no tardé en comprender que Miguel era un hombre al que hacía mucho más feliz dar que recibir.
Pasaron muchos años de mi visita a aquella isla, de esa visita que con la ayuda de Miguel, me grabó en el alma aquella tierra y sus gentes.
Su hija, Mónica, decidió un buen día aumentar la familia. Cuando comunicó a Miguel que no tardaría en ser abuelo, éste, que ya se le hacía costoso vivir separado de su única hija por todo un océano, tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida. Abandonar su isla amada para cruzar ese océano y ejercer de abuelo.
Fue duro… extremadamente duro, no lo vi, pero puedo imaginarlo, cuando se despidió de su idolatrada Playa de las Canteras… cuando subió por última vez a las montañas para decir adiós a ese mar de nubes que es lo más parecido a la antesala del paraíso.
Pero fue fuerte y marchó. Dejó atrás su pasado… lo dejó todo por amor, pero no podía evitar que aquella tierra de clima suave se le quedara como una espinita, clavada en el alma.
Miguel se estableció en Málaga, muy cerca de su hija, y ya tenía decidido consagrar su vida a ese nieto que estaba a punto de llegar.
Ese pequeñín consiguió que su abuelo, a ratos, enterrase su melancolía, ahogándola en sus balbuceos, pero nunca… nunca, ni un sólo día, Miguel dejó de añorar su tierra.
Todos sus anhelos eran para aquellas maravillosas Islas... para esas extensas playas de arena fina y cálida, donde hoy descansa su alma. Fue el mejor embajador de aquel paraíso y fue un gran hombre, uno de los mejores que he conocido, porque no guardo ningún recuerdo de él en el que no estuviera esbozando una sonrisa.
Era como digo, GRANDE, y es por ello que también lo es el vacío que dejó tras su partida.
Pero la vida es así. El destino es caprichoso y arranca las mejores flores de los vergeles.
Hemos de resignarnos, y quedarnos con la esencia de nuestro amigo, padre, abuelo y esposo, y con su legado, que a todos nos hizo un poco mejores.
Descansa Miguel en el regazo de las aguas cálidas de Las Canteras, que los que tuvimos la suerte de conocerte jamás te olvidaremos.

Carisdul dijo
Hola, José L, cuánto tiempo.
. Como siempre bonita historia nos traes, aquí aunque un poco tristes, dejas muestra de la grandeza de un corazón noble. Su amor de padre y abuelo pudo más que el amor que sentía por tan preciosa tierra. Bonito homenaje le has hecho.
Descanse en paz.
Un beso, amigo J L.
Gracias Caris por tus palabras.
Sí... ciertamente es triste cuando se va un buen amigo, y más aún cuando se trata de alguien tan especial como Miguel.
Un abrazo amiga.

dezabaleta dijo
Un gran homenaje a ese amigo/padre-suegro que te honra.
Un abrazo
Mark de Zabaleta

Hola, José Luís. La mejor herencia que nos pueden dejar las personas queridas cuando nos dejan es su grato recuerdo, eso es lo es lo que las hace de alguna manera inmortales. Por lo que cuentas, Miguel dejó huella no sólo entre su familia sino entre aquellos que tuvisteis la suerte de compartir con él momentos de la vida, como aquel viaje tuyo a Canarias. Como bien dices, lo mejor que se le puede desear es que descanse en paz en su tierra, junto al mar, cerca de su playa favorita.
Emotivo recuerdo el que le dedicas.
Un abrazo, amigo.

Gracias Mark.
Miguel era un gran hombre y no merecía menos.
Un abrazo.

Hola Fernando.
Muchas veces he pensado que al final, cuando llegue nuestra hora, sólo los recuerdos serán el auténtico patrimonio que dejemos para los que sigan aquí, peleándose con la vida.
Es por ello que hombres como Miguel nos hacen un poco más ricos a todos los que tuvimos la suerte de pasar por su vida.
Gracias por la visita. Un abrazo amigo.

zar-linda dijo
José Luis, yo que ya he tenido alguna pérdida muy importante en mi vida, tengo una manera de afrontar ese desconsuelo que te queda y es que nadie se va del todo.
Mientras les recordemos, les añoremos, o sonríamos cuando pensamos en su manera de ver la vida... mientras sigan teniendo un hueco en nuestro corazón, están con nosotros.
Y Miguel ha dejado una huella en tí que no se borrará, lo que significa que está dentro de tí.
Un abrazo.
Estrella

Pocos hombres hay como Miguel, conmovedor homenaje y no muchos capaces de desnudar el alma, como tu. Debes tener algo de Miguel pues vemos normalmente en los demás lo que somos y tenemos nosotros.
Precioso retrato de un hombre enamorado.
Un beso José Luis

Cierto Estrella.
Y esas personas que nos dejan huella siempre son las que nos enriquecen y nos mejoran.
un abrazo Estrella.

Muchas gracias por tus palabras Aurora. Pero yo no tengo ni la mitad de su generosidad. Lo que el hizo... abandonar su vida para vivir junto a su hija, es algo que yo nunca hubiera sido capaz de hacer.
Otro beso para ti, amiga.




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