lunes, 22 de diciembre de 2014

La Calle Violeta




01 Ago 2011


Fue una mañana más, de esas que el asedio de la rutina atormenta, cuando mi buen amigo y compañero Sergio se acercó a mí, y me comentó en voz baja:
- ¿Te gustaría venirte a mi casa el sábado? ... nos reuniremos unos pocos amigos del trabajo... es por vernos fuera de todo esto... por pasar un rato desinhibidos .-
Desinhibido... aquella palabra me gustaba, porque últimamente, más que jamás en mi vida, sentía la necesidad de estarlo.
También me agradó el hecho de que me contase entre aquellos pocos elegidos entre los que, de modo alguno, no le importaba compartir su intimidad.
Y lo que en realidad más me atraía de aquella invitación, era poder al fin conocer aquel magnífico casoplón, del que tanto mi amigo me había contado, con ese brillo especial que mostraban sus ojos cuando me narraba los avances de aquella obra, que me hacían adivinar que estaba construyendo mucho más que un hogar... lo que estaba construyendo no era ni más ni menos que un sueño. Y si algo he aprendido es que siempre merece la pena de ver un sueño concluido.
Eran demasiadas las razones que me hicieron aceptar sin dudarlo, y observé que le alegró mi decisión.
Pasaron los días, y a la hora prevista, después de varias vueltas en balde, y llamarle unas pocas de groserías a la voz de fémina que emitía mi GPS , acabé aporreando nervioso la puerta de aquella hermosa Villa.
Enseguida me abrieron los anfitriones, Sergio y Susana, y sabiendo ejercer de tales magníficamente, nos cedieron el paso orgullosos, a mi mujer y a mí; a aquel maravilloso lugar que con tanto trabajo y empeño habían construido.
Entonces fue cuando aprecié que aquel confortable patio, coronado con una original piscina, albergaba un montón de manos que enseguida se extendieron hacia mí, y unas caras conocidas, pero nunca exultantes como ahora, sino con el peso de la monotonía y la presión dibujados.
Eran aquellos compañeros, esos que a veces catalogas por cuatro fotos en sus mesas de trabajo, y la falta o exceso de cortesía en sus correos electrónicos.
Aquella esquina de la calle Violeta, al que había que añadir el encanto de todos los sitios que cuestan trabajo encontrar, nos había reunido a todos, hombres y mujeres de sonrisas sinceras que íbamos a compartir un rato de nuestras vidas, un rato más... porque de un modo u otro, los que allí nos dábamos cita, en realidad compartíamos casi toda nuestra vida.
Pero aquellos eran momentos muy especiales. Ningún yugo laboral nos ataba... ese tiempo que estuvimos juntos en el que pasaron las horas pero los relojes estaban parados... que ni tan siquiera los móviles osaron mancillar... y que todos los allí presentes sabíamos que valía más que el oro, nos mostró cómo éramos... seres humanos que ofrecían y recibían amistad... olvidando rencillas antiguas... discusiones del día a día que la agresividad que genera la supervivencia provoca.
Aquella tarde, que se prolongó hasta la noche, en la que todos reímos, jugamos, bromeamos, comimos y bebimos... y que hasta cambiamos la rueda pinchada de unos de los del grupo, en menos de cinco minutos, sin más ayuda que los cuatro cubatas que llevábamos encima y la camaradería recién surgida y que le faltaban horas para ser extinta.
Luego seguimos... comiendo... riendo... bromeando, hasta muy entrada la noche, sin tregua... sin sentirnos ofendidos... sin temer al ridículo... libres y felices, sin ser un engranaje de nada, ni manejados por las circunstancias.
A ratos me quedé parado, distante... queriendo saborear aquellos momentos donde la rutina no tenía cabida y por lo tanto no espantaba el sentimiento.
Cuando llegó el momento de abandonar aquella encantadora casa y a sus atentos propietarios, que fueron capaces de hacernos sentir como si estuviésemos en la nuestra, a todos nos costó despedirnos.
Gracias Sergio y Susana porque la vida nos sonrió un poco a todos, aquel día en la calle Violeta... y por desgracia la vida no es muy de sonreír.
Estimado José Luís: Un buen ejemplo de convivencia, entre compañeros, fuera del trabajo. Creo que se podría considerar "un ensayo social", afortunadamente resultó bién. Ha mantenido en todo momento mi curiosidad por saber de qué trataba esa deshibición.
Un abrazo.
FELIZ AÑO NUEVO.
Xabier.

vahotenue dijo
una experiencia, que sirve para certificar mi teoria, de que los seres humanos modernos, desarrollamos más de una personalidad, depende del rol que le toque vivir y la calle violeta da fé de ello, ya no os mirareis nunca más como desconocidos compañeros de trabajo. Un sabia lección de humanidad.
Un saludo y que acaben bien las fiestas para el clan de la calle violeta. Buena sfiestas José Luis, de tu amigo toni

Buenas Xabier . Felicidades a ti también , disculpa mi tardanza.
Esa deshinibición a la que me refiero, es la que se produce cuando te encuentras en un lugar donde ser espontáneo no puede pasarte factura... donde puedes bajar la guardia, ya que en tu puesto de trabajo, según la actividad, no siempre puede mostrarse uno tal como es.
Un abrazo.

Gracias Toni, y felicidades para ti también , se que voy tarde, pero no vi tu comentario.
Un abrazo.










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