jueves, 27 de noviembre de 2014

Eternamente jóvenes


16 Ago 2010

Aquella noche decidimos bajar a la discoteca del hotel donde pasábamos las vacaciones.
Nuestra intención no era otra que tomar unas copas con unos buenos amigos, conscientes de que tipo de discoteca era aquella, la de un hotel familiar donde la mayor parte de los que danzaban, entre las alegres luces y el humo artificial, eran en su mayoría niños, que más que bailar jugaban, y sus resignadas madres que movían las caderas fatigadas y estresadas, con las desgana propia de quien lleva todo un largo día martirizadas por aquellas pequeñas fierecillas.
Tampoco faltaba el clásico imbécil atrevido, sin miedo alguno al ridículo, que después de endosarse cinco cervezas, amortizando así el régimen de todo incluido, saltaba al escenario, y a fuerza de culazos y empujones se situaba donde pudiéramos, nosotros, el público, disfrutar de su danzar, convencido de que los chicos del ballet de Fama tenían mucho que envidiarle, cuando en realidad aquellos movimientos arrítmicos, más parecidos a espasmos involuntarios que a cualquier otra cosa, acababan haciéndolo blanco de nuestras críticas y protagonista de nuestros chistes.
Pedimos nuestras copas, y nos acomodamos cerca de la pista, los más cercano posible al imbécil, con el ánimo de sacar todo el partido posible a sus espectaculares y lamentables piruetas.
De repente empezó a sonar un tango, algo insólito y que me llamó la atención, y si bien el imbécil continuó su baile, abrazándose a sí mismo, (total ese a esas alturas y con la carga etílica que portaba, era capaz de bailar hasta la danza de los siete velos), pude observar como detrás, muy atrás, modestamente, ocupaba una reducida esquina del escenario una pareja de ancianos.
Ambos de pelo canoso, el vestía una camisa amarilla y unos pantalones crudos, calzaba unos mocasines sin calcetines. Ella tenía un traje blanco con flores rojas, y calzaba unos altos tacones, (demasiado para su edad me dije en un primer momento), también de color carmesí.
Sus cuerpos, a pesar de lo avanzado de sus edades, que se evidenciaba en los pliegues de sus rostros, eran estilizados, y el gusto derrochado en su indumentaria consiguió de inmediato captar mi atención. Pero cuando comenzó a sonar aquél melancólico tango, se soltaron por aquella pequeña pista y se dejaron llevar, eso sí, clavándose las miradas sin que ningún otro de los que compartían aquél hermoso momento le hicieran sombra alguna. Las madres recogieron a sus hijos que jugaban y el gracioso fue retirado casi en volandas por un par alemanes de dos metros que ensimismados, compartían la hermosa visión de aquellos dos bailarines.
De repente caí en la cuenta de que verlos bailar fue lo más maravilloso que me había ocurrido en aquellas vacaciones, y mi cerebro que se alía a cualquier soplo de aire fresco que es capaz de secuestrarlo la monotonía de la realidad, empezó a soñar sobre ellos, y más que los miraba, más que los descubría.
Sus miradas, y sus medias sonrisas los denotaban orgullosos de su baile... contentos de haber conseguido que el gracioso ocupara su taburete de la barra, y volviese a hundir su prominente nariz en un vaso de tubo. Orgullosos de que yo y otros tantos los mirásemos emocionados, y envidiásemos su buen hacer.
Terminó aquel baile... y desperté de aquello que me parecía un sueño. El público aplaudió entusiasmado, y ambos se marcharon respondiendo con una sonrisa y un gesto.
Ocuparon una mesa cercana a la mía... en la penumbra de las velas observé cómo se cogían de las manos y compartían una copa de champán. De repente lo comprendí, me di cuenta que aquella era una pareja de jóvenes... de que jamás llegarían a ser ancianos.

lo he visualizado, estaba alli contigo ensimismado, quedo con una sonrisa en los labios, no por el baile en si sino por la juventud de los ancianos que hace que hasta los niños del antro sean mayores que ellos. un engarce perfecto con puntadas de hilo dorado. un gusto leerte
un saludo
Muchas gracias hunterhuntermatt, a veces la vida te da sorpresas tan maravillosas como ese baile, y te enseña que aunque nada es eterno, cumplir años es una cosa y envejecer otra.
Saludos.
Que envidia !!!!
Esa es la última etapa a la que me gustaria llegar a mi, no tengo miedo a la muerte, tengo miedo a no tener fuerzas o mente para enfrentarme a ella.
Buen post
Salu2
Loli dijo
Hola José Luis;
Entonces perdonamé también tú a mí.http://lacomunidad.elpais.com/trunk/images/wysiwyg/emoticon_2.gif
Gracias por tu visita y comentario, de veras,
además... así me has dado la posibilidad
de poder "leerte", y... me ha gustado.
Vuelve cuando quieras por favor.
Un Saludo
Loli.
Antonio Jose, la muerte es inevitable, pero hemos tener el propósito de no recordarla, y aferrarnos a la juventud y el optimismo... cuando tenga que llegar, llegará... pero podremos enfrentarla después de una vida plena.... bailando un dulce baile... mirando una puesta de sol... o en una triste cama de un hospital...
y cuando venga a arrancarnos nuestro último aliento, le miraremos a la cara con una irónica sonrisa, para que pueda ver que con su sombra no fue capaz de eclipsar nuestra vida.
Un abrazo
Pues bienvenida Loli. Cuando quieras ya sabes donde encontrarme... yo también iré a verte a menudo.
Saludos.
merhum dijo
Un momento inolvidable, hermoso y tierno. Me has hecho recordar una noche en el restaurante de un hotel de Benalmádena. Yo, con 17, estaba de viaje fin de curso, a lo loco como se suele ir (dentro de los límites del tardofranquismo) y me llamó la atención una pareja de ancianos que cenaban cogidos de la mano y mirándose con mucha ternura. Nunca había visto una escena así y nunca la he olvidado. Saludos.
Esa escena es ciertamente maravillosa amiga Merhum... nos enseña que existe el amor de verdad, que el tiempo no hace mella en él... y que es maravilloso.
un saludo amiga.
Amigo libertadveinte, perdóname que discrepe, pero te veo entre aquellos que son como estos bailarines... alguien cuya alma no envejece... alguien que no entiende que la edad sea impedimento para crear... para vivir intensamente... para emprender o mantener causas.
Sigue siendo como eres, y no permitas que nadie te convenza de que tu edad pueda ser determinante para dejar de ser joven.
Salud amigo.


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