16 Ago 2010
Aquella noche decidimos bajar a la discoteca del hotel donde pasábamos las
vacaciones.
Nuestra intención no era otra que tomar unas copas con unos buenos amigos,
conscientes de que tipo de discoteca era aquella, la de un hotel familiar donde
la mayor parte de los que danzaban, entre las alegres luces y el humo
artificial, eran en su mayoría niños, que más que bailar jugaban, y sus
resignadas madres que movían las caderas fatigadas y estresadas, con las
desgana propia de quien lleva todo un largo día martirizadas por aquellas
pequeñas fierecillas.
Tampoco faltaba el clásico imbécil atrevido, sin miedo alguno al ridículo,
que después de endosarse cinco cervezas, amortizando así el régimen de todo
incluido, saltaba al escenario, y a fuerza de culazos y empujones se situaba
donde pudiéramos, nosotros, el público, disfrutar de su danzar, convencido de
que los chicos del ballet de Fama tenían mucho que envidiarle, cuando en
realidad aquellos movimientos arrítmicos, más parecidos a espasmos
involuntarios que a cualquier otra cosa, acababan haciéndolo blanco de nuestras
críticas y protagonista de nuestros chistes.
Pedimos nuestras copas, y nos acomodamos cerca de la pista, los más cercano
posible al imbécil, con el ánimo de sacar todo el partido posible a sus
espectaculares y lamentables piruetas.
De repente empezó a sonar un tango, algo insólito y que me llamó la
atención, y si bien el imbécil continuó su baile, abrazándose a sí mismo,
(total ese a esas alturas y con la carga etílica que portaba, era capaz de
bailar hasta la danza de los siete velos), pude observar como detrás, muy
atrás, modestamente, ocupaba una reducida esquina del escenario una pareja de
ancianos.
Ambos de pelo canoso, el vestía una camisa amarilla y unos pantalones
crudos, calzaba unos mocasines sin calcetines. Ella tenía un traje blanco con flores
rojas, y calzaba unos altos tacones, (demasiado para su edad me dije en un
primer momento), también de color carmesí.
Sus cuerpos, a pesar de lo avanzado de sus edades, que se evidenciaba en
los pliegues de sus rostros, eran estilizados, y el gusto derrochado en su
indumentaria consiguió de inmediato captar mi atención. Pero cuando comenzó a
sonar aquél melancólico tango, se soltaron por aquella pequeña pista y se
dejaron llevar, eso sí, clavándose las miradas sin que ningún otro de los que
compartían aquél hermoso momento le hicieran sombra alguna. Las madres
recogieron a sus hijos que jugaban y el gracioso fue retirado casi en volandas
por un par alemanes de dos metros que ensimismados, compartían la hermosa
visión de aquellos dos bailarines.
De repente caí en la cuenta de que verlos bailar fue lo más maravilloso que
me había ocurrido en aquellas vacaciones, y mi cerebro que se alía a cualquier
soplo de aire fresco que es capaz de secuestrarlo la monotonía de la realidad,
empezó a soñar sobre ellos, y más que los miraba, más que los descubría.
Sus miradas, y sus medias sonrisas los denotaban orgullosos de su baile...
contentos de haber conseguido que el gracioso ocupara su taburete de la barra,
y volviese a hundir su prominente nariz en un vaso de tubo. Orgullosos de que
yo y otros tantos los mirásemos emocionados, y envidiásemos su buen hacer.
Terminó aquel baile... y desperté de aquello que me parecía un sueño. El
público aplaudió entusiasmado, y ambos se marcharon respondiendo con una
sonrisa y un gesto.
Ocuparon una mesa cercana a la mía... en la penumbra de las velas observé
cómo se cogían de las manos y compartían una copa de champán. De repente lo
comprendí, me di cuenta que aquella era una pareja de jóvenes... de que jamás
llegarían a ser ancianos.
hunterhuntermatt dijo
lo he visualizado, estaba alli contigo ensimismado,
quedo con una sonrisa en los labios, no por el baile en si sino por la juventud
de los ancianos que hace que hasta los niños del antro sean mayores que ellos.
un engarce perfecto con puntadas de hilo dorado. un gusto leerte
un saludo
un saludo
Muchas gracias hunterhuntermatt, a veces la vida te da
sorpresas tan maravillosas como ese baile, y te enseña que aunque nada es
eterno, cumplir años es una cosa y envejecer otra.
Saludos.
Que envidia !!!!
Esa es la última etapa a la que me gustaria llegar a
mi, no tengo miedo a la muerte, tengo miedo a no tener fuerzas o mente para
enfrentarme a ella.
Buen post
Salu2
Loli dijo
Hola José Luis;
Entonces perdonamé también tú a mí.
Gracias por tu visita y comentario, de veras,
además... así me has dado la posibilidad
de poder "leerte", y... me ha gustado.
Vuelve cuando quieras por favor.
Un Saludo
Loli.
Entonces perdonamé también tú a mí.
Gracias por tu visita y comentario, de veras,
además... así me has dado la posibilidad
de poder "leerte", y... me ha gustado.
Vuelve cuando quieras por favor.
Un Saludo
Loli.
Antonio Jose, la muerte es inevitable, pero hemos
tener el propósito de no recordarla, y aferrarnos a la juventud y el
optimismo... cuando tenga que llegar, llegará... pero podremos enfrentarla
después de una vida plena.... bailando un dulce baile... mirando una puesta de
sol... o en una triste cama de un hospital...
y cuando venga a arrancarnos nuestro último aliento,
le miraremos a la cara con una irónica sonrisa, para que pueda ver que con su
sombra no fue capaz de eclipsar nuestra vida.
Un abrazo
Pues bienvenida Loli. Cuando quieras ya sabes donde
encontrarme... yo también iré a verte a menudo.
Saludos.
merhum dijo
Un momento inolvidable, hermoso y tierno. Me has hecho
recordar una noche en el restaurante de un hotel de Benalmádena. Yo, con 17,
estaba de viaje fin de curso, a lo loco como se suele ir (dentro de los límites
del tardofranquismo) y me llamó la atención una pareja de ancianos que cenaban
cogidos de la mano y mirándose con mucha ternura. Nunca había visto una escena
así y nunca la he olvidado. Saludos.
Esa escena es ciertamente maravillosa amiga Merhum...
nos enseña que existe el amor de verdad, que el tiempo no hace mella en él... y
que es maravilloso.
un saludo amiga.
Amigo libertadveinte, perdóname que discrepe, pero te
veo entre aquellos que son como estos bailarines... alguien cuya alma no
envejece... alguien que no entiende que la edad sea impedimento para crear...
para vivir intensamente... para emprender o mantener causas.
Sigue siendo como eres, y no permitas que nadie te convenza de que tu edad pueda ser determinante para dejar de ser joven.
Sigue siendo como eres, y no permitas que nadie te convenza de que tu edad pueda ser determinante para dejar de ser joven.
Salud amigo.
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